A la pregunta sintética de si pixel o papel, la opción que apuntan todas las tendencias es que se impondrá el pixel de manera incontestable. La pregunta con más argumentos, para los menos introducidos, la que lleva algunos años flotando amenazadoramente sobre los medios de comunicación en su formulación habitual es si el diseño editorial basado en los soportes digitales se impondrá totalmente y como apoyo técnico único de la información.

En otras palabras, si periódicos y libros de papel desaparecerán para siempre de la faz de la tierra como lo hicieron los dinosaurios. Para los dinosaurios fue el impacto de un meteorito en el Jurásico, para periódicos, libros y revistas de papel el impacto de una nueva tecnología en el comienzo de la era digital.

Una tecnología que, se diga lo que se quiera, aún busca el norte, quiere asiento y sobre todo ansía ser rentable en un negocio global que con reiteración sigue vaticinando todas las posibilidades, habidas y por haber.

La respuesta más coherente -y hasta más sensata- a la pregunta de si el futuro nos dejará aún un buen papel que leer es también predecible con una mirada menos crítica. No con una bola de cristal, sino con la certidumbre que pueden dar las comparaciones con hechos análogos ocurridos tampoco hace mucho tiempo.

Las hojas se mantendrán durante un tiempo bajo el mismo aspecto, como se mantuvo en onda la radio con la televisión, el cine en sus salas con la tele e Internet en vida y apogeo de la 'caja tonta'. El formato papel acabará clonándose.

¿Clonándose? Sí, clonándose, en una fórmula de soporte tradicional, atractivo, con valor, pero no como los más hipertecnológicos vaticinan sólo para los 'papel profundo', retrógrados nostálgicos, sino como recurso para dar cabida a productos de información originales, ecológica y recicladamente correctos, que sólo tengan razón de ser bajo esa apariencia. Estética si se quiere.

Sólo hay que mirar el hueco que se han hecho la radio y la televisión en Internet para comprender hasta qué punto sinergias y clonación de tecnologías, combinaciones y  desarrollos colaborativos serán la salida para esta cuestión candente de nuestro tiempo.

El diseño editorial del futuro, el del pixel más que consolidado, estará, en cualquier caso, en sintonía con los intereses de una economía y una cultura globalizada, en claves multilingüe y multiformato, que reflejará en los soportes con capacidad audiovisuales una nueva forma de realidad participativa en la que la web 3.0, la semántica, ya ha marcado un camino teórico.

Los servicios editoriales de un futuro pixelado demandarán contenidos con la inmediatez y hasta con la voracidad a las que nos han acostumbrado los medios de comunicación previos a esta nueva era, la radio y la televisión, y con la que estamos viendo que circula en Internet a un ritmo cada vez más creciente.

El diseño editorial virará hacia el desarrollo de aplicaciones que llegarán más lejos de lo que ha podido dar el formato de dos dimensiones del papel. Un diseño editorial con la reproducción holográfica como soporte, con la domótica como agente de ventas en casa, con la información y el ocio personal y colectivo como guía y con más fronteras que derribar en eso que hacemos juntos, que tanto nos importa y que desde que aparecieron las primeras letras, la humanidad llama comunicación escrita.